En los días previos ha nevado bastante y hay nieve a poca altura, el inconveniente es
que ahora está muy dura por las bajas temperaturas nocturnas y no está muy bien
para Lupo, por lo que decido acercarme a la «Atalaya», una montaña aislada en forma de cono, de unos 1700 m de
altitud, pero que sorprendentemente recoge muy poca nieve.
Amanece un día soleado, pero hace mucho frio. A las 9 de la mañana salimos de la
Granja, con -4º. Tranquilamente atravesamos ríos y senderos, Lupo corre de aquí
para allá sin parar. Qué crack!!! Tras 4 km llegamos a la base de la montaña,
por delante nos espera la primera ascensión de las 4 que tenía programadas,
cada subida unos 500 m de desnivel, por lo tanto nos saldrán unos 20 km y 2000 m+.
La ascensión es en línea recta por campo a través.
”Al lío” le
digo a Lupo y sale como un cohete en busca de la cima, yo detrás voy tranquilo.
Aquí simplemente con andar fuerte ya se te acelera el pulso y poco a poco
entramos en calor. jijiji. Tras 20’ llegamos a la cima, donde los últimos metros
están llenos de nieve dura. Lupo llega
el primero dando saltitos hasta el hito.
“será perro… ni me ha esperado”
esta se la guardo… -pienso-.
Bajamos por donde subimos y cuando llegamos a la base volvemos
a por la segunda subida. Lupo me mira extrañado, con cara de… ¡Si por ahí
ya hemos subido! Durante unos
segundos duda y se me queda mirando, pero de repente sale corriendo y se pone a
mi estela. Marco el ritmo y Lupo detrás, pero me empiezo a calentar y pienso: “esta
vez no me ganas” y ya llegando a la cumbre me vuelve a cambiar el ritmo
y corona el primero…Uff. “Dos a cero. Esto no puede ser”.
Volvemos a bajar por el mismo sitio y comienza la tercera
subida, esta vez decido cambiar un poco el trayecto para desviarme y beber agua
de una fuente que está un poco escondida. El sol va calentando y la ropa de la
mañana empieza a sobrar, esto se va poniendo caliente. Tras echar un buen trago,
veo que Lupo también estaba sediento y bebe mucho, le noto algo cansado, ya que
lleva las orejas gachas, “esa es la señal” -jajaja- .
Sigo subiendo y le saco unos metros, llego a la cumbre y Lupo detrás. Como si fuera un niño, levanto
las manos y le grito por lo bajo: Bien…toma, toma y toma. Dos a uno!!! Se me queda mirando perplejo.
Cuando bajábamos para empezar la cuarta y última subida, iba
pensando en si me habría visto alguien hacer el canelo, ¡qué vergüenza!,
cualquiera que me vea hacerle burla al perro…
En la base me como unos dátiles y a Lupo le doy su
correspondiente barrita energética para perros. “Toma coge fuerzas, que
nos queda la ultima” -le digo-. Empiezo a subir y esta vez no
duda ni un instante, sale a mi vera y vamos haciendo camino. Los dos ya vamos
cansados, pero el orgullo nos puede y apretamos los dientes. Por un instante a
doscientos metros de la cumbre, Lupo se detiene y se queda mirando de lejos, “esta es la
mía” -(pienso)-. Pero falsa alarma, me la vuelve a jugar. Cuando llegamos a la zona de nieve, sale
escopetado y se vuelve a poner delante
llegando el primero, “será mamón, me la ha liado”, esto ha
sido por darle la barrita…jajaja. En la
cumbre lo felicito y le pego un achuchón, es un Fenómeno.!!! Y me ha hecho hacer
un entreno un poco más vivo de la cuenta.

Ya en casa, después de
una ducha calentita y una buena comida, descansamos tumbamos en el sofá. Mientras le acaricio y él me lame la mano, me
pongo a pensar y me doy cuenta de dos cosas. La primera es la buena compañía que
hacen los perros y lo mucho que he disfrutado con él de un día estupendo por la
montaña. Y segundo, lo picajoso que soy.
Resulta que salgo a dar un paseo con mi perro en plan tranquilo y termino
echando carreras con él (a quien se lo cuente no se lo cree). Vamos que ahora
se trata de quitarme de la cabeza lo de competir y hasta con el perro
¡será
posible el problema que tengo…! jajaja .
Si ya me lo dice Azu: “Tu no estás bien”